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El camino de la santidad

El camino a la santidad

 

“Vir fidelis multum laudabitur (Prov. 28, 20). Estas palabras de las Escrituras manifiestan la virtud más característica del obispo Álvaro del Portillo: la fidelidad. Fidelidad, sobre todo a Dios en el cumplimiento pronto y generoso de su voluntad; fidelidad a la Iglesia y al Papa; fidelidad al sacerdocio; fidelidad a la vocación cristiana en cada momento y en cada circunstancia de la vida.

«La fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor», ha dicho el Papa Benedicto XVI (Homilía en Fátima, 12-V-2010). El Siervo de Dios ha sido ejemplo de caridad y de fidelidad para todos los cristianos. Encarnó plena, ejemplar e íntegramente sin retazos ni excepciones, el espíritu del Opus Dei, que llama a los cristianos a buscar la plenitud del amor a Dios y al prójimo a través de los deberes ordinarios que forman la trama de nuestras jornadas. «Santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar a los demás con el trabajo»: se puede decir que esta es la descripción más exacta de la intensísima actividad desplegada por el Siervo de Dios primero como ingeniero, después en el ministerio sacerdotal y, finalmente, como Obispo. Prodigó sus energías en todas las tareas que realizó, convencido de que cada una constituía un instrumento con el que podía colaborar en la misión salvífica de la Iglesia.”

Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios Álvaro del Portillo

 
Los santos son personas que han vivido con especial heroicidad las virtudes cristianas, a los que la Iglesia reconoce como tal para que sirvan de ejemplo y veneración al pueblo de Dios. 


El proceso de canonización es largo y riguroso. Sólo el Papa puede decretar la santidad de un cristiano, quedando el proceso en manos de la Congregación para las causas de los Santos. Cuando alguien ha gozado de fama de santidad en su vida, se promueve su causa de beatificación. No puede ocurrir nunca esto antes de transcurridos cinco años de su muerte. La petición se inicia por el obispo diocesano y el postulador de la causa, abriéndose un largo y complejo proceso lleno de pruebas y asesorías en que se analiza escrupulosamente la vida del postulante. Lógicamente, no todos los postulantes llegan a ser beatificados ni canonizados. 


El proceso pasa por cinco estadios, que son los que se ejemplifican en el gráfico superior.